Si tiene la suerte de ser propietario de un negocio que produce dinero y padre de hijos, tendrá que tomar algunas decisiones críticas de planificación patrimonial sobre cuándo empezar a transferir el patrimonio a la siguiente generación. Pregunte a sus amigos lo que hacen, y las respuestas irán desde "Queremos preservar el patrimonio; lo recibirán cuando tengan 50 años" hasta "¡El patrimonio es para disfrutarlo! Les dejamos acceder a sus acciones cuando cumplen 18 años". Entonces, ¿cuál es el mejor enfoque?

Hemos comprobado que las familias que se toman el tiempo necesario para responder a algunas preguntas básicas sobre sus creencias en la vida encuentran mayor seguridad en su respuesta a la pregunta de cuándo transmitir el patrimonio.

En primer lugar, las familias se plantean cuáles son sus mayores esperanzas y aspiraciones en cuanto a las cualidades y valores que esperan que adopte la siguiente generación. En lugar de centrarse en lo que hay que dar, se centran en quién quieren que sea la siguiente generación.

Aunque cada familia es diferente, algunas esperanzas comunes que escuchamos incluyen,

"Queremos que nuestros hijos:

  • Conocer la autoestima y el respeto por uno mismo que se obtiene al hacer el propio camino".
  • Utilizar sus vidas para hacer del mundo un lugar mejor".
  • Asumir la responsabilidad de sus actos".
  • Perseguir sus sueños con valor y pasión".
  • Saber lo que es trabajar duro para ganarse la vida".
  • Tener la oportunidad de perseguir sus pasiones individuales".
  • Desarrollar una amplia visión del mundo, mediante la exposición a diferentes culturas y sistemas de creencias".


Este proceso revela pistas sobre nuestras creencias más profundas con respecto a la riqueza y el momento de exposición a la misma. El proceso puede ser llevado a cabo por un solo grupo de padres o por todo un grupo familiar adulto.

A continuación, podemos explorar cómo nuestras donaciones y transferencias pueden afectar a nuestros hijos. Por ejemplo, si queremos que nuestros hijos sepan labrarse su propio camino y apreciar el trabajo duro, tal vez queramos retrasar la entrega de activos líquidos hasta que tengan unos 30 años o más, después de que hayan tenido tiempo suficiente para hacerlo. O bien, si valoramos mucho los esfuerzos empresariales, tal vez queramos entregarles algún porcentaje de su patrimonio cuando tengan entre 20 y 30 años, cuando el afán empresarial y la experiencia vital empiezan a culminar. Un beneficio secundario de este proceso de exploración se produce cuando una familia evalúa cómo sus comportamientos actuales encajan con su visión prevista. Esto permite a la familia hacer ajustes en sus normas y esfuerzos para lograr sus propósitos colectivos.

Nuestra experiencia ha demostrado que, aunque ninguna regla general es cierta en todo momento, cuando los hijos adultos llegan a experimentar el orgullo que supone abrirse camino en una etapa temprana de la vida, es más probable que tengan una mayor autoestima y sean miembros que contribuyan a la sociedad en la edad adulta. Muchas familias buscan un punto intermedio y retrasan las transferencias de riqueza sustancial hasta la mitad de la edad adulta (es decir, entre los 35 y los 45 años), pero donan una cantidad anual (por ejemplo, 12.000 dólares) para ayudar a los jóvenes adultos a "disfrutar" de sus años de desarrollo. Esta decisión debe tomarse siempre con respecto al progreso de la generación joven hacia las "esperanzas de vida" identificadas. Si un joven adulto está utilizando las donaciones para vivir una vida incompatible con los sueños declarados (por ejemplo, consumo de drogas, no tener ninguna actividad), los padres siempre pueden redirigir estas donaciones a fideicomisos para su uso posterior o renunciar a la donación. Los padres también pueden establecer fideicomisos restringidos en función de las expectativas establecidas que proporcionan acceso a los fondos si se demuestran comportamientos aceptables.

Por supuesto, ninguna de estas decisiones se produce en el vacío. Será necesario un proceso para articular la visión y los valores de la generación senior, animar a la siguiente generación a entenderlos y adoptarlos y también integrar las esperanzas y los sueños únicos de la generación junior. La visión y los valores son un tema habitual en las agendas de las reuniones familiares. Elaborar una declaración de visión y valores como parte de la constitución familiar puede ser un maravilloso proyecto intergeneracional. Sea cual sea la forma en que se decida hablar de la visión y los valores, las familias que se esfuerzan por establecer estos procesos suelen sorprenderse de su poder.