Mi hija de tres años, Julia, tiene una gran respuesta cada vez que le pregunto por qué ha hecho algo.

Pregunta: ¿Por qué le has echado leche al perro? Respuesta: Porque lo hice.

Pregunta: ¿Por qué has puesto canicas en mis zapatos? Respuesta: Porque yo lo hice.

Al reflexionar sobre la sencillez de su respuesta, he llegado a la conclusión de que hay una gran sabiduría en sus palabras. Piensa. Mi deseo de saber por qué hizo algo está alimentado por mi creencia de que si supiera por qué lo hizo, podría aceptar mejor el resultado o, al menos, saber cómo sentirme ante su comportamiento. Por ejemplo, tal vez estaba intentando compartir su leche con el perro. En ese caso, alabaría sus esfuerzos por compartir. A la inversa, puede que se haya portado mal con el perro, por lo que podría corregirla si supiera por qué. En cambio, cuando le pregunto por qué, me dice: "Porque yo lo hice". Fin de la cuestión, fin de la discusión; pasemos a lo siguiente.

No puedo evitar reflexionar sobre el dolor y la angustia que los miembros de las empresas familiares me han expresado a lo largo de los años acerca de por qué alguien hizo algo en su familia. "¿Por qué el abuelo puso las acciones en un fideicomiso?" "¿Por qué los accionistas no me eligieron para el consejo de administración?" "¿Por qué mamá y papá vendieron el negocio sin preguntarnos a los niños?" "¿Por qué mis padres no me eligieron como sucesor?"

Aunque la leche en un perro es bastante trivial, el hecho de que miembros valiosos y queridos de la familia tomen decisiones que causan dolor puede hacer que uno se sienta herido e incluso debilitado.

Como consultores, a menudo ayudamos a nuestros clientes a mejorar la comunicación y a clarificar las suposiciones y expectativas para que los miembros de la familia comprendan mejor los motivos de los demás y las razones de sus acciones. Esto puede ayudar a que los equipos de propiedad familiar funcionen a un nivel superior. Pero hay veces en las que no es fácil encontrar respuestas. Esto es especialmente cierto cuando la persona en cuestión no está disponible (por fallecimiento o discapacidad) o cuando una persona está confundida por tantos pensamientos o sentimientos encontrados que no sabe por qué hizo algo.

Muchos hombres y mujeres adultos luchan por tratar de entender el comportamiento de otra persona con la esperanza de obtener claridad y encontrar la curación. Sin embargo, incluso cuando las respuestas están disponibles, tal vez la mejor respuesta a la pregunta es "¡Porque yo lo hice!". Esto nos permite seguir adelante, dadas las condiciones que existen. Aunque puede ayudarnos a sentirnos mejor (o peor) entender las razones del comportamiento anterior de nuestro ser querido, son los hechos de hoy los que debemos aceptar y la realidad de hoy la que debe influir en nuestras decisiones en los asuntos familiares.