A menudo hemos hablado aquí del arma de doble filo que es la "tradición". Es a la vez una fuerza especial y un talón de Aquiles de una empresa familiar. La tradición fomenta el compromiso de los propietarios y el orgullo de la dirección. La tradición también puede bloquear el progreso y desalentar los intereses de los miembros más jóvenes de la familia.

A menudo nuestro consejo es afrontar esta paradoja con una interpretación de la tradición que abraza y promueve el cambio. Como dice una familia, "el cambio es nuestra tradición".

Un libro reciente, Chimayo Weaving : The Transformation of a Tradition (Lucero y Baizerman, University of New Mexico Press, 1999) ofrece una perspectiva fresca y fascinante sobre este clásico asunto de la empresa familiar. El libro recoge la tradición de 400 años de tejido de mantas hispanas en Nuevo México, cerca de Santa Fe. Los casos de control en el libro son la familia Ortega, que ha transmitido el oficio desde 1720, la familia Trujillo, que está ahora en su sexta generación en el negocio de la tejeduría, y la familia Martínez, que tiene ahora 64 tejedores familiares activos que abarcan cinco generaciones. Sin duda, se trata de notables historias de continuidad familiar y empresarial.

La intrigante tesis del libro es que lo que ha mantenido vivo el oficio de tejedor hispano, las familias intactas y la cultura de la región duradera es que "la tradición no es algo que se originó en el oscuro pasado, algo fijo e inmutable. Más bien, la tradición del tejido es un fenómeno abierto, un recurso renovable, un reflejo de su contexto social cambiante". De hecho, afirman los autores, las familias con éxito "inventan la tradición" sobre la marcha, a medida que el contexto social cambia.

La idea clave es que las familias longevas en los negocios crean nuevas interpretaciones de la tradición que les permiten integrar sinérgicamente las cambiantes condiciones del mercado con el orgullo y la identidad de la familia. En otras palabras, a medida que el mundo cambia los productos de estos negocios cambian, pero la familia sigue sintiéndose conectada al pasado. O, "el gran poder de la tradición es ser flexible mientras parece inmóvil".

Ilustremos esto en la industria hispana del tejido.

A lo largo de los dos últimos siglos, la industria se ha enfrentado a tantas amenazas y cambios estratégicos fundamentales como pueda imaginarse. La materia prima original, el hilo hilado localmente, quedó obsoleta y fue sustituida por hilo "importado" producido en masa. El uso original del producto, las mantas, se vio amenazado por los productos comerciales. La naturaleza y el origen de los tintes también cambiaron, y se desarrollaron nuevos productos, como ropa, curiosidades y adornos. Los clientes pasaron de los hispanos locales a los turistas anglosajones y a los coleccionistas de arte de todo el mundo. Los productores se vieron obligados a formar a nuevos tejedores y abrieron tiendas al por menor. Los diseños de los productos estándar evolucionaron para convertirse en más personalizados y creativos.

En resumen, todo lo relacionado con el negocio cambió, excepto los nombres de las familias dominantes que eran los comerciantes, y el orgullo cultural y la identidad de los hispanos que eran tejedores. Tanto el diseño original como los ingredientes y el uso del producto se adaptaron a las cambiantes condiciones del mercado.

La tradición se reinventa constantemente para mantener la vigencia y la cohesión de la comunidad. Es esta adaptación la que preservó la cultura, más que el deseo de aferrarse a las prácticas del pasado. Muchos tejedores hispanos permanecieron en la zona, desarrollaron sus habilidades, mantuvieron su estilo de vida y reforzaron su identidad religiosa e histórica. La artesanía creció en importancia y belleza. La tradición era abierta y se integraba con las circunstancias. Los líderes de las principales familias lideraron estas transformaciones, en lugar de resistirse a ellas. En lugar de que la cultura esté en peligro de extinción, sigue siendo notablemente fuerte. La herencia, la etnia, la autosuficiencia, la habilidad y, fundamentalmente, la versatilidad siguen siendo los rasgos de esa cultura.

Los autores concluyen el libro diciendo:

"Ver el arte étnico de esta manera tan fluida plantea una cierta paradoja, porque es habitual pensar que el arte étnico está vinculado a las tradiciones étnicas. Las tradiciones se consideran estables e inflexibles y se transmiten de una generación a otra. Sin embargo, los estudios de los últimos años han puesto en tela de juicio esta visión de la tradición y han ofrecido una visión más fluida del fenómeno... Los artistas étnicos no son meros reaccionarios pasivos ante las fuerzas externas, sino participantes activos en un sistema, que buscan y desarrollan símbolos que puedan comunicarse con grupos externos, que puedan ser apetecibles y digeribles por los consumidores externos, pero que sigan manteniendo la integridad del grupo del artista".

Tal vez, en lugar de considerar el "cambio como nuestra tradición", las familias empresarias deberían centrarse en la adaptación constante, la versatilidad de su cultura y la transformación de su tradición.