Hace poco asistí a la reunión del consejo de administración de un cliente de larga data. Después de haber ayudado a la empresa a pasar de la segunda a la tercera generación, ahora estaba viendo cómo pasaba a la cuarta generación de propietarios y gestores familiares.

Después de haber observado a esta familia y a su empresa desde la perspectiva de toda una generación, quedé muy impresionado. En un sector altamente competitivo, los miembros de la familia se esforzaban constantemente por ser mejores y trataban de ser lo mejor posible. En varios momentos del camino, se quedaron cortos o cometieron errores que les costaron muy caro. Aprendieron de sus errores y siguieron adelante.

Con una cultura profundamente orientada a los valores, esta empresa familiar ejemplifica los hábitos y las prácticas que pueden hacer que cualquier organización -o individuo- sea grande. Mientras observaba la reunión del consejo de administración, traté de esbozar con palabras lo que veía. Reconocí trece conceptos aplicados rigurosamente en la reunión y a largo plazo. Y a largo plazo, la aplicación rigurosa de esos conceptos ha conducido a resultados muy satisfactorios para los siete propietarios/directores presentes en la sala.

Las normas que vi en acción incluían:

  • Los propietarios/directivos disciplinados mantienen sistemáticamente el control sobre sí mismos, manteniendo su rigor y resistiendo la distracción de las tareas que tienen entre manos.
  • Enfoque: identificar siempre las áreas y los problemas clave y dirigir la energía hacia el tratamiento de estos asuntos.
  • Responsabilidad: aceptar personalmente la carga del comportamiento y los recursos sin excusas ni racionalizaciones.
  • Mejora continua: búsqueda constante de mejores formas de hacer lo que hay que hacer en los ámbitos de la eficiencia, la eficacia y las relaciones con los principales destinatarios.
  • Ahorro: ejercer regularmente el cuidado de los recursos fiscales y tratar de maximizar la productividad financiera.
  • Conocimiento: utilizar todas las fuentes y experiencias para recopilar nueva información y conocimientos relativos a los campos de especialización del propietario/gestor.
  • Riesgo: ser siempre consciente de la posibilidad de pérdida y hacer todo lo posible para mitigarla.
  • Responsabilidad: estar dispuestos a establecer las normas más elevadas posibles y a rendir cuentas de ellas ante sí mismos, ante los demás y ante otras personas respetadas y conocedoras contratadas específicamente para ello.
  • Comunicación: compartir la información de forma abierta y oportuna y buscar constantemente formas de acelerar y mejorar el intercambio de conocimientos.
  • Planificar: pensar minuciosamente en la estrategia y las tácticas por adelantado y establecer objetivos, políticas y procedimientos claros para maximizar la eficiencia y la eficacia.
  • Relaciones: reconocer la importancia de las conexiones humanas y tratar siempre de establecer, construir o mantener sentimientos de apoyo mutuo, interés y compasión.
  • Perspectiva: mantener la capacidad de ver todas las cosas en su contexto con sentido del humor y de la importancia relativa de todas las cosas en relación con las demás.
  • Integridad: comprometerse a determinar lo que es correcto y hacerlo.

Mis clientes no son personas perfectas ni mucho menos, pero no por falta de esfuerzo. Me encontré con el deseo de que todas las empresas y organizaciones aceptaran y se atuvieran a estas normas. Constituyen una lista formidable que cualquier empresa familiar puede utilizar para evaluar sus propias prácticas y comportamiento.